
Aprovechando el viaje planeado desde hace tiempo a Vietnam y las nuevas circunstancias de mi vida que me regalan más tiempo para mi slow life, he decidido alargar mi estancia con una semanita de retiro en un centro de yoga.
Buscando e investigando me decanté para el centro de yoga Sivananda en Ho Chi Minh, ya que me pareció muy tranquilo, auténtico y un buen plan para vivir y experimentar un poco de yoga clásico, tomando mi tiempo para meditar, pensar, cantar, practicar y pasear por una nueva ciudad…
El centro está en una acogedora casa en una zona residencial del distrito 1 de Saigon, zona céntrica y relativamente "tranquila" considerado el bullicio y ajetreo de esta ciudad.
En el centro hay tres profesoras residentes y durante el día van y vienen otros profesores además de un buen grupo de karma yogis que vienen a practicar y estudiar para completar su formación y también prestar servicios al centro como ayudar a limpiar, cocinar, y otras tareas de mantenimiento. Todo es en pleno espíritu de cooperación y voluntariado y vivir en la casa con sus ritmos unos días nos permite saborear este ambiente familiar y alegre.
El día empieza a las 4.30 con el “despertador común” (la profesora encargada que va cantando Om namah sivaya por la casa) y los residentes van juntándose en la sala principal para meditar sobre las 5.00. después de unos 40 minutos de meditación se cantan juntos los mantras diarios, se comparte un momento de reflexión común leyendo algún texto de Swami Vishnudevananda y se acaba con el ritual del Arati. Esto consiste en ir “bañando” con la luz de una vela el altar y los presentes en una actitud de devoción, simbolizando como el ego individual debería hacerse uno junto con la luz del Absoluto mientras se canta Twamewa Mata y se acaba el ritual ofreciendo una pieza de fruta o algún dulce que también se comparte entre los presentes.
Los residentes tienen que participar a la meditación diaria, los Satsang (miércoles y domingo) y por lo menos a una clase de asanas al día. En el primer Satsang a la que he asistido he tenido la suerte de coincidir con la visita de Bren Jacobson, el piloto del guru Vishnudevananda durante sus misiones de paz en los años 70 y 80.
Durante mi estancia he intentado ir a la clase de la mañana y a la de la tarde y la verdad que es muy agradable vivir en el centro y poder ir y venir a cualquier clase sin salir de casa ;). Normalmente se come juntos sobre las 11 y después de comer cada uno tiene que practicar su hora de karma yoga (limpiar la cocina o una sala de yoga, etc. etc.). La comida es estrictamente vegana y también está prohibido comer cebolla y ajo (al preguntar porqué me explicaron que son alimentos que no favorecen la tranquilidad interior para meditar…aunque me confesaron que algún domingo hacen excepciones y hasta piden pizza;)). El ultimo día me ofrecí de cocinar italiano para todos y la verdad fue todo un reto sin mi base de ajo y cebolla….aunque el resultado tuvo igualmente mucho éxito!
La práctica de asanas en el estilo Sivananda es un poco diferente de las clases de hatha vinyasa a las que estoy más acostumbrada, ya que se trata de una secuencia fija de 12 posturas (con más menos variaciones y matices según el profesor). La clase suele empezar con unos buenos 15 minutos de pranayama, normalmente kapalabhati y anuloma viloma, seguidos por un breve savasana. Sigue la secuencia con las 12 asanas, cada una mantenida durante unos cuantos minutos (3-5 aprox.) y siempre seguida por un breve savasana, para asimilar y interiorizar los beneficios de cada postura.
Confieso que al principio me ha costado mucho pillar este ritmo tan diferente, sobre todo al ser una práctica más estática, me quedaba con la sensación de más rigidez y dificultad en realizar correctamente cada asana...lo que me hizo reflexionar mucho sobre el apego que tengo a mi práctica diaria y me empujó a seguir con este pequeño reto de salir de mi zona de confort y empaparme de una práctica fuera de mis costumbres. He tenido mis altibajos, sobre todo momentos de dificultad al practicar con tanto calor, pero tengo que decir que al final de la semana ya me encontraba mucho mejor y pude disfrutar tanto de la práctica como de las meditaciones y Satsang, lo que más me gustó observar en mi fue ver el bienestar de poder meditar tanto tiempo al día y con regularidad y sobre todo los beneficios de practicar más pranayama dos veces al día. Me llevo estos regalos a casa de esta experiencia, la paz y calma de hacer esta pausa en mi vida y también nuevos buenos hábitos que me ayudan a vivir mi día a día con más energía, conciencia y alegría!
Namaste